Emil Balcazar, era ciertamente un gran guerrero de la revolución, un ejemplo de entrega por su clase, los mineros, y un gran dirigente sindical. Durante la dictadura de García Meza – Arce Gómez, los narco fascistas ofrecieron una recompensa por su captura, vivo o muerto faltaba que rece el aviso de la televisión nacional de entonces; no le buscaban sólo por comunista y revolucionario, fundamentalmente porque los dirigentes de Siglo XX habían encabezado la resistencia al golpe sanguinario causando bajas en las filas militares.
Emil fue parte de ese movimiento obrero minero, que con su lucha y con su sangre escribieron las páginas más heroicas de la historia de Bolivia y que los escritores de la historia oficial buscan ocultar y reemplazar con anécdotas superficiales. Fue con la lucha heroica de diferentes sectores del pueblo boliviano, entonces a la cabeza del proletariado minero, que se derrotó a las dictaduras militares para conquistar un proceso democrático que después nos fue arrebatado y prostituido por los gobiernos neoliberales de fines del siglo pasado. Pero Emil, no buscaba sólo la vigencia de la democracia, porque ella tiene el rostro de quien ejerce el poder, pudimos ver sin tapujo alguno durante el golpe de noviembre de 2019, la democracia liberal, aquella que enarbola la oligarquía, una “democracia” para la minoría y dictadura despiadada para la mayoría; en cambio, la democracia popular, comunitaria, que emerge desde el seno del pueblo es para construir una sociedad más igualitaria, no sólo para las personas individuales, sino también para los pueblos, para nuestros pueblos indígenas y originarios. En la persona de Emil encontramos fundidos los dos rostros del proyecto revolucionario de Bolivia, la lucha del proletariado para liberarse del yugo capitalista y la lucha descolonizadora de los pueblos originarios por su autodeterminación.
Emil, fue ciertamente un revolucionario, un hombre que ofreció su vida para concretar sus ideales, que son las del pueblo; fue un guerrero de la revolución que jamás cedió en sus principios y en sus destrezas; su familia sabe que su vida fue la revolución y sus camaradas siempre le guardamos respeto por su valentía y su abnegación; como persona fue un extraordinario amigo y hermano.
Con la partida de Emil, y con cada compañero que en este corto periodo fallecieron, se nos desgarra el alma, no simplemente porque nos hayan dejado, fundamentalmente porque el proceso de cambio no supo reconocer la contribución que hicieron cuando estaban con vida, y el dolor se multiplica cuando es su clase la que les olvida.
¡Hasta la victoria siempre camarada Emil!
Héctor Hinojosa R.